El punto angular de esta tradición, es la creencia de que el espíritu de los difuntos regresa del mundo de los muertos a este, para convivir con sus familiares durante un día, compartiendo con ellos, consolándolos y confortándolos ante su pérdida.
Para que el ritual en memoria de los difuntos se lleve a cabo es importante que la ofrenda contenga una serie de elementos y símbolos que invitan al espíritu y facilitan su viaje desde el mundo de los muertos.
La ofrenda suele ser una gran tradición en México. Dependiendo de su tamaño se utiliza una repisa, consola, mesa o inclusive una habitación; utilizando como base cajas de madera, sillas, mesas, pacas, ladrillos, etc.
Se coloca una imagen, pintura o fotografía del difunto al que se honra en la parte más alta y destacada del altar. Según la religión o idiosincrasia, también se colocan los retratos de espalda y frente a ellos un espejo, para que así el difunto sólo pueda ver el reflejo de su deudo y el deudo vea el reflejo de su difunto, simbolizando la pertenecía de ambos los dos.
El copal es un elemento prehispánico que limpia y purifica las energías de un lugar y de las personas que lo utilizan, se coloca en un brasero y purifica el ambiente para los espíritus esperados. El incienso es un elemento colombino que al igual que el copal purifica y santifica el ambiente, quemándose en un incensario. se pone en el ultimo nivel del altar para guiar al difunto en su regreso a la tierra.
El agua es de suma importancia y tiene múltiples significados. Refleja la pureza de las almas, es reflejo del ciclo continuo de la regeneración de la vida y la muerte y promesa de fertilidad en la vida y en la siembra. Se coloca un vaso de agua fresca para que el espíritu refresque sus labios y mitigue su sed después del viaje desde el mundo de los muertos. A la vez se coloca un aguamanil o jícara con agua, junto a un jabón, una toalla y un espejo para el aseo personal de los muertos.
Se prepara puro chocolate oscuro en la mesa principal y se coloca comida al agrado de los fallecidos, se cocinan desde días antes los platillos tradicionales como: tamales, mole, arroz, calabaza en tacha, etc. para que los muertos puedan disfrutar de su esencia. La comida no es únicamente para el alma visitante, sino para los deudos, quienes festejaran con ella y algún visitante irreconocible, por lo general algún alma que no tiene quien la recuerde.
Comienza cuando una persona de la casa enciende las velas del altar susurrando los nombres de los difuntos, se reza pidiendo el favor de Dios para que lleguen con bien, los familiares se sientan a la mesa y comparten la comida preparada para el festín, escuchando música del agrado, se habla sobre las novedades de la familia, se recuerdan anécdotas del difunto y se pide por la intercesión del difunto a Dios.